miércoles, 26 de abril de 2017

COLABORACIONES:" DE VINOS Y AMANTES"


“El vino se inventó para dar placer, y mientras más placer ofrezca a más personas, tanto mejor” (Jancis Robinson)





El goce del vino debe ser como el de un amante. Empieza en el momento en que alzamos la copa suavemente, casi acariciándola. Lo observamos a continuación, con una mezcla de admiración y deseo. Puede que incluso con amor, aunque sea efímero. Mañana otro puede ocupar su lugar...

Después nos perdemos en su olor, la antesala del placer. Aceptamos ser seducidos. Y, finalmente, lo rozamos  con nuestros labios. Apreciamos su cuerpo. Y lo mejor: su recuerdo permanece anclado en nuestra memoria, esperando  con ansia  la ocasión de volver a vivir ese éxtasis. Aunque sea con otro.

Pero previamente, cuando comenzamos a buscarlo, puede que lo hagamos con una idea preconcebida. O puede que no... A veces, no estamos seguros de lo que queremos. Independientemente de ello, lo comparamos con sus semejantes. Una rápida mirada escrutadora pero disimulada es el primer paso para seleccionar nuestro objeto del deseo. Nos acercamos despacio y lo observamos para confirmar que es digno de convertirse en el elegido. 

La edad es otro factor;  joven, o en su apogeo, sin olvidar que la madurez es un valor en alza. Hay vinos viejos que conservan toda su frescura al cabo de los años, mientras que otros sólo están en su plenitud en el primero. 

¿Seco y vivaz o dulce y confitado? O quizás, si no queremos complicarnos la vida, nos fijaremos en el que es ligero y fácil de beber. No defrauda, pero tampoco sorprende. Y si buscamos emociones fuertes, la mejor opción será aquel que se muestra potente y especiado. Y tampoco olvidemos que un pequeño defecto puede constituir todo su atractivo. Placer antes que equilibrio. Así es la vida. 

Una vez elegido, nos lo llevamos, albergando un sentimiento que conjuga  picardía y emoción. Los preámbulos y el cortejo son importantes. Buscamos el maridaje perfecto para que dé la talla. Que no rompa la armonía ni oculte sus propiedades y virtudes. Y no todos deben descorcharse de inmediato. Se despiertan al momento los blancos afrutados, los tintos ligeros y los espumosos efervescentes. Son rápidos. Aquí te pillo y aquí te mato. Aunque, por norma general, una hora suele ser suficiente con casi todos para preparar la seducción con certeza. Solamente los jóvenes e intensos y los muy potentes exigen mayor tiempo para  ponerlos a punto. Si te precipitas, lo lamentarás. 

Y llegó la hora de la verdad. Si nuestra elección ha sido acertada, y no hablo de buena ni mala, sino de la más acorde a nuestros gustos y expectativas, el encuentro permanecerá en nuestra memoria. Y, probablemente,  lo reclamaremos nuevamente para volver a disfrutarlo. Pero eso, por supuesto, nunca será un obstáculo  para que busquemos nuevas emociones y placeres en otros. Depende del momento,  ¿verdad?

Moraleja: no olvidemos que sobre el vino, igual que sobre los amantes, no existen verdades absolutas.

MARIA SALORIO

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